Al comenzar 1811, el fiscal de la Real Audiencia de Guadalajara señalaba que entre los promotores de sediciones “suelen ser los más perjudiciales y de más trascendencia los que las fomentan con papeles”. No le faltaba razón. Tras la captura y muerte de los principales dirigentes de la insurrección de 1810, sus palabras y las de sus partidarios siguieron teniendo efecto en numerosos habitantes de Nueva España gracias a esos papeles. Por tal motivo, las autoridades virreinales se apresuraban a recoger los manuscritos e impresos insurgentes. Al mismo tiempo, los defensores de la condición colonial elaboraban discursos, sermones, condenas y toda clase de propaganda para desprestigiar la obra de quienes cometieron el delito de querer “la independencia del reino”, como dijera Miguel Hidalgo ante sus jueces. No puede decirse que el objetivo de los defensores del orden colonial no se cumpliera, al menos en parte, pero como la propaganda de los insurgentes siguió difundiéndose pese a sus derrotas militares, parecía una buena idea difundir palabras de adhesión al gobierno virreinal producidas por aquellos que en su momento se expresaron a favor de la independencia. De ahí que con tanta insistencia se divulgaran las confesiones de los principales dirigentes de la insurgencia, tras ser capturados en las Norias de Baján, algo que también se haría tiempo después con las declaraciones que se tomaron a José María Morelos. La misma razón nos permite explicar la aparición de El telégrafo de Guadalajara, periódico desde el cual se procuró desprestigiar la rebelión, redactado por la misma pluma que, meses antes, sirviera de eficaz promotor de los objetivos de Miguel Hidalgo.
Originario de Tepic, Francisco Severo Maldonado se formó en el Seminario Conciliar de Guadalajara. Si bien fue asignado a algunos curatos del interior de Nueva Galicia, no era extraño encontrarlo en la capital de la intendencia, en donde tenía un prestigio bien ganado como erudito y orador sacro. En septiembre de 1810, se desempeñaba como cura de Mascota, a unos cincuenta kilómetros del océano Pacífico, pero no dudó en trasladarse con rapidez a Guadalajara cuando recibió noticias del arribo de las fuerzas insurgentes. El 29 de noviembre consiguió entrevistarse con Miguel Hidalgo, quien lo comisionó para publicar El despertador americano, correo político económico de Guadalaxara. Su objetivo sería dar a conocer las intenciones del movimiento que encabezaba y procurar atraerse partidarios, en especial entre los americanos que permanecían “seducidos” por las autoridades virreinales. Se tiraron siete números, de cerca de dos mil ejemplares cada uno, con un costo de dos reales, que llegaron a ser conocidos (al menos los primeros números) más allá de Guadalajara.
La importancia de esta publicación radica en su objetivo propagandístico. Maldonado empleó diversas estrategias retóricas para conseguirlo. Más que artículos propios de un periódico, en las páginas del Despertador encontramos discursos, es decir, piezas oratorias dispuestas para ser leídas en voz alta, para convencer. El primer número llevaba el encabezado “A todos los habitantes de América”, mientras que el segundo se dirigió a los “Americanos”. El cuarto se tituló “A los americanos que militan bajo las banderas de los europeos Flon y Callejas” y daba inicio con una llamada: “Hermanos y compatriotas”. El último número, de 17 de enero de 1811, empezaba: “Americanos, compatriotas muy amados, oíd la voz de la razón”. Esta manera de iniciar sus colaboraciones en el periódico da cuenta de que Maldonado sabía muy bien que su publicación se leería en voz alta, ante los más diversos tipos de públicos, lo que la haría llegar incluso a la población analfabeta.
El periódico describe las condiciones de la monarquía española después de la ocupación napoleónica de la península ibérica. Dicha descripción implicaba una valoración, en la que los americanos eran dibujados con diversas virtudes (“políticas y cristianas”, como se decía por entonces), mientras los vicios eran achacados sólo a los españoles europeos. La mayoría de los tópicos empleados son religiosos. Los gachupines son calificados de pecadores y herejes. En cambio, el cristianismo encuentra refugio entre los criollos, quienes defendían la religión que heredaron de sus mayores. Sin embargo, también es posible encontrar algunas referencias propias del humanismo cívico: los americanos estaban acostumbrados a vivir con poco, como amantes de la patria, “endurecidos en la adversidad y los trabajos”; los peninsulares, en cambio, eran presa de “molicie y afeminamiento, efecto [del] inmoderado lujo y excesiva riqueza”, ocasionada por su “insaciable codicia”. Eso explica, para Maldonado, por qué estuvieron dispuestos a entregarse a los franceses, quienes compartían muchas de esas características. De aquí que Maldonado considere natural una alianza con los estadounidenses, “pueblo frugal y laborioso”.
Si el contenido del periódico era retórico, ¿significa que El despertador americano no muestra con claridad las ideas de los insurgentes, sus planes y objetivos? No pocos autores han asumido que velaba “la realidad de sus ideas”, al expresar fidelidad a la monarquía, como señaló Antonio Pompa y Pompa en la edición de 1964. Durante mucho tiempo, los historiadores aseguraron que los insurgentes solían ocultar sus ideas emancipadoras y hasta republicanas con la “máscara de Fernando VII”. Trabajos más recientes han revalorado las manifestaciones de lealtad al Borbón. Una fuerte corriente historiográfica ha insistido en que la mayoría de los americanos no perseguía la independencia sino sólo mayores facultades de autogobierno, sin romper con la monarquía española. Así, El despertador americano puede interpretarse desde esos dos puntos de vista: o sólo pretendía atraerse a los criollos con el señuelo de que peleaba a favor de Fernando VII cuando en realidad buscaba la independencia, como señala la historiografía tradicional, o más bien promovía la autonomía dentro de la monarquía, como apuntan historiadores más recientes.
No obstante, ambos puntos de vista presentan problemas que deben hacernos pensar en una interpretación diferente. Sin duda, la versión patriótica que suponía que la retórica insurgente buscaba apoyo al ocultar sus verdaderas intenciones comete un anacronismo, al suponer ideas que sólo se manifestaron después en personas que nunca las expresaron. Ahora bien, los revisionistas que sugieren que los proyectos americanos eran autonomistas y no deseaban romper con la monarquía, pasan por alto que la monarquía estaba rota desde 1808. Me parece que tomando en cuenta este punto se puede hacer una lectura del Despertador y de otros documentos que favorecían la independencia, sin suponer que ocultaban sus intenciones en una retórica en la que no creían.
En El despertador americano no hay ninguna declaración de que el objetivo principal de los insurgentes fuera la defensa de los derechos de la familia real española, sino evitar que América cayera en manos de los españoles afrancesados. Las pocas menciones a Fernando VII eran indirectas, como cuando se preguntaba si sólo los peninsulares tenían derecho de pelear por su rey, y los americanos no. Casi todas las referencias al monarca preso estaban incluidas en argumentos que pretendían desengañar a los americanos de que los europeos eran leales al Borbón. En realidad, argüía Maldonado, sólo reinaba José Bonaparte y la mayoría de los españoles europeos ya se habían pronunciado a su favor. “Los verdaderos españoles”, los que no se habían entregado al Corso, eran los americanos. El objetivo de los americanos no era la autonomía ni permanecer unidos a una monarquía que ya no era la española (era la “hispana-gala”) sino la independencia de América, para evitar que sus riquezas siguieran beneficiando a unos individuos inmorales y viciosos, como calificaba a los peninsulares. Esto último debe resaltarse. Si bien los principales argumentos para oponerse al dominio europeo se fundaban en que los gachupines se habían entregado a Napoleón y habían reconocido a un usurpador, Maldonado aseguraba que esos actos eran los últimos de una larga cadena de agravios cometidos por los españoles peninsulares contra los criollos.
Es verdad que en su afán por convencer a los americanos leales al gobierno virreinal de la justicia de la causa de la independencia, Maldonado se vio obligado a justificar actos atroces cometidos por los insurgentes (como las masacres de europeos, en particular la de Guanajuato), alegando que los españoles habían sido más crueles con los criollos durante mucho tiempo. De igual manera, hacía malabares con las declaraciones de apoyo de los británicos a los españoles, para demostrar que, en realidad, a quienes apoyaban era a los americanos. Sin embargo, nunca ocultó sus intenciones: su objetivo era que los criollos se hicieran cargo del gobierno de su patria, conservar la religión y recobrar “nuestra natural libertad e independencia”.
Muchas felicidades por el texto y el enfoque que le das.
se debe dar a conocer mas en las escuelas primarias y secundarias la historia de Don Miguel Hidalgo y Costilla es lamentable darse cuenta que pocos saben de nuestra revolucion .