Agerasia de la política cultural en México

Desde que Enrique Peña Nieto designó su gabinete, llamó la atención que, junto con algunos miembros de su propia generación, se rodeara de políticos que, para decirlo en los términos de Luis González y González, se encuentran entrando o ya en plena etapa de la agerasia. En La ronda de las generaciones. Los protagonistas de la Reforma y la Revolución, el historiador michoacano proponía una simplificación de la teoría de las generaciones formulada por los filósofos españoles José Ortega y Gasset y Julián Marías (1). Para don Luis, los adultos jóvenes de las minorías rectoras (aquellos que cuentan de treinta a cuarenta y cinco años) cantan el “Nosotros seremos”; mientras que los adultos maduros (de cuarenta y cinco a sesenta) de las mismas elites afirman “Nosotros somos”. Por último, los viejos (no los mayores de setenta y cinco, que llama seniles, sino los que están en el el sesquidecenio que empieza a los sesenta) ya pueden ir diciendo “Nosotros fuimos”. No me parece extraño que Peña Nieto recurriera a miembros de esta generación para que se hicieran cargo de ciertas áreas críticas de la vida política del país, en especial en materia de lo que se ha llamado el gabinete de seguridad, con la notable excepción del secretario de Gobernación, un hombre de cincuenta años. Por supuesto, esto ha dado pie a que numerosos críticos pusieran el grito en el cielo diciendo que el viejo PRI había vuelto. Debo aclarar que en estas líneas no tomaré partido acerca de las posiciones políticas de quienes en este momento gobiernan la Federación. Sólo quiero llamar la atención acerca del tema de las generaciones en los cargos más importantes de la gestión educativa y cultural de México.

Uno de los funcionarios federales que ya tenía experiencia en el mismo cargo es Sergio Raúl Arroyo, quien hace una década era director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia y, a partir de diciembre de 2012, regresó a ese cargo. El 8 de julio de este año Arroyo dejó esa dirección y fue sustituido por Teresa Franco. Ese mismo día, Fausto Alzati fue designado director de Televisión Educativa de la Secretaría de Educación Pública. El encargado de esa dependencia, Emilio Chuayffet, también es un viejo político que hace meses afirmaba que ya estaba pensando en el retiro (3). Para completar el cuadro, el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, ya había ocupado ese mismo cargo entre 1992 y 2000.

Como dije, me parece muy explicable que estos individuos ocupen esos cargos: ya han mostrado que pudieron con ellos, con la salvedad de Alzati, quien tuvo que dejar la Secretaría de Educación Pública en pocos meses por un escándalo en torno a sus (entonces supuestos) títulos profesionales. Esta aseveración es muy importante, en especial, para el titular de la Secretaría de Educación Pública, pues la reforma educativa, el enfrentamiento con la antigua dirigente sindical y la negociación con las conflictivas secciones del gremio magisterial requerían la experiencia de un político como Chuayffet. Algo semejante podría decirse incluso de la propia Teresa Franco, ducha ya en las negociaciones y enfrentamientos con el Sindicato Nacional de Investigadores y Docentes del INAH.

Sin embargo, no deja de llamar la atención que en esos importantes espacios de gestión de políticas culturales no hallemos nombres nuevos. Digámoslo así, al parecer para el presidente no hay un Luis Videgaray, un Miguel Ángel Osorio Chong, un Alfonso Navarrete o una una Claudia Ruiz Massieu (quien más bien pertenece a la generación de jóvenes adultos, la del “Nosotros seremos”, como diría Luis González), para dirigir las políticas educativas y culturales de la nación.

No se me malinterprete. No desdeño la experiencia de quienes nacieron a mediados del siglo XX. Por el contrario, me pareció muy acertado que Tovar y de Teresa se ocupara de la Comisión Organizadora de la Conmemoración de los centenarios tras la salida del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y de Sergio Vela, y lamenté y lamento que la hubiera dejado tan pronto (4). Lo que me llama la atención es que no se vean en primera línea de la política cultural de México a los miembros de la generación del “Nosotros somos” (los nacidos entre 1956 y 1970), la generación a la que pertenece el propio presidente. ¿El Partido Revolucionario Institucional no fue capaz de formar nuevos cuadros, confiables, para encomendar estos cargos?

(1) Luis González, La Ronda de Las Generaciones: Los Protagonistas de la Reforma y la Revolución Mexicana, México, Secretaría de Educación Pública, 1984.

(2) «Regresa Teresa Franco a dirección del INAH. Cesa Chuayfett [sic] a Sergio Raúl Arroyo», Reforma, 9 de julio de 2013.

(3) «Prevé Emilio Chuayffet retiro de carrera política», Reforma, 18 de agosto de 2012.

(4) Por cierto, quien finalmente se hizo cargo de esa comisión sí fue un integrante de la generación adulta, José Manuel Villalpando, cuya gestión (o la de otros funcionarios culturales del sexenio de Felipe Calderón, como Jorge Volpi) puede explicar también por qué Peña Nieto decidió optar por los viejos.

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