¿Soberanía historiográfica?

Ayer presenté el libro de Martín Ríos Saloma, La reconquista en la historiografía española contemporánea. Cuando mi estimado amigo tomó la palabra, hizo referencia a algo que le dije hace mucho tiempo. Me parece importante que en México se realice investigación de primer orden acerca de temas que no son de historia mexicana, así se trate de historiografía española o del medievo, pues de esa manera contribuimos a la soberanía del país. Supongo que algunas personas del público se preguntaron qué significa eso de soberanía en materia historiográfica, aunque la mayoría tal vez supuso que se trató de una frase sin contenido. Procuraré explicarme.

Hace algunos años, el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, por iniciativa de su directora, la doctora Alicia Mayer, contrató a dos jóvenes historiadores mexicanos especializados en historia europea: Martín Ríos Saloma, un medievalista; e Iván Valdez-Bubnov, un modernista. No faltaron las voces que se manifestaron en contra de esas contrataciones ¿Para qué quiere una institución mexicana a dos académicos especializados en historia europea? Por supuesto, hay muchas respuestas. Para empezar, la generación de conocimiento y la búsqueda de soluciones a los problemas sociales no tienen fronteras. Como muchos distinguidos profesores (como Daniel Cosío Villegas o Juan Antonio Ortega y Medina) insistieron desde hace décadas, mal podemos conocer la historia mexicana si desconocemos la de países que han sido tan importantes para nosotros y cuya historia ha sido también parte de la nuestra, como Estados Unidos o España. Sin embargo, pienso que hay otra poderosa razón.

En las escuelas mexicanas se enseña, desde hace mucho tiempo, historia del mundo. Esto sucede desde la educación básica hasta la profesional en ciencias sociales y humanidades. Para conocer la historia de otros países, habitualmente recurrimos a monografías, obras especializadas y manuales producidos en Estados Unidos y Europa. ¿No podemos empezar a producirlos nosotros? Eso, sin duda, nos permitiría depender menos de otros países. No se me malentienda. No desdeño la colaboración con colegas de otras naciones. Al contrario, me parece que no salir de nuestros circuitos académicos ha sido dañino, pero ¿no puede ser posible que desde México hagamos contribuciones importantes y reconocidas acerca de la historia de otros países?

Hasta hace algunos años, los profesores de historia mundial en nuestras facultades y escuelas casi siempre se limitaban a enseñar lo que leían en la bibliografía especializada, pues no podían hacer investigación documental en acervos y repositorios extranjeros, y cuando esto era posible, casi siempre era para consultar los archivos que tenían documentos sobre México. Esto ha cambiado. Los historiadores mexicanos están en condiciones de investigar en acervos de muchos países, entrar en contacto con sus circuitos académicos y publicar sus resultados en revistas que se leen más allá de nuestras fronteras.

Por eso me parece que el trabajo de colegas como Martín Ríos Saloma contribuye a afianzar algo que, a falta de mejor término, llamo soberanía historiográfica. Ellos contribuyen a la producción del conocimiento global y nos vuelven menos dependientes de trabajos hechos en otros países. Quiero pensar que, en poco tiempo, los libros hechos en México sobre historia medieval española o cualquier otro tema de historia mundial, empezarán a ser citados por historiadores de los países cuyo pasado es estudiado desde aquí.

 

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