La edad de los historiadores

Para mis jóvenes colegas

El historiador es un viejito de barbas blancas, anteojos y sabio. Esa imagen es tan frecuente entre las personas que no conocen al gremio, que incluso muchos historiadores se la creen. Hace algunos años, un colega atribuía a mi querido maestro, Roberto Moreno de los Arcos, la frase de que “no hay historiador menor de cuarenta años”. En aquel momento, lo tomé como una broma; de mal gusto, pero broma. Si alguien se tomara en serio esa frase asumiría que libros tan importantes como Zapata and Mexican Revolution, La frontera nómada, Mexican Liberalism in the age of Mora y Hombre-dios fueron escritos por individuos que, bien a bien, no eran historiadores o, si presumían de serlo, serían malos historiadores.

Ayer volví a escuchar la misma frase, atribuida de nuevo a Roberto Moreno. La verdad, nunca se la escuché. Bajo su dirección, empecé a hacer mi posgrado. Obtuve el grado de maestro y luego el de doctor en Historia antes de cumplir los treinta años. Es posible que en alguna ocasión la llegara a decir, pero me causaría sorpresa viniendo de él. Roberto Moreno fue un historiador cuya obra importante empezó mucho antes de cumplir cuarenta años. Artículos tan trascendentes como el dedicado a los cinco soles cosmogónicos los publicó antes de cumplir veinticinco años. Tenía unos cuantos más cuando publicó el libro Joaquín Velázquez de León y sus trabajos científicos sobre el valle de México. El libro colectivo Las instituciones en la minería novohispana y el audaz artículo sobre “Los territorios parroquiales de la ciudad arzobispal” son anteriores a que cumpliera cuarenta años, lo mismo que la edición del primer volumen de las Obras de Alzate, con todo y su magnífica introducción. El primer libro sobre Linneo en México apareció cuando tenía cuarenta, así que lo entregó a las prensas antes.

Por supuesto, sería una tontería si digo que la mejor obra como historiador de Roberto Moreno fue producida entre sus tercera y cuarta década, pues tiempo después vendría un libro más sobre Linneo y algunos bellos ensayos. Sin embargo, eso no descalifica su trabajo anterior como historiador. Por el contrario, Roberto Moreno echó mano de numerosos trabajos de juventud para hacer introducciones, discursos y otras publicaciones posteriores.

Se puede advertir que si la obra del Roberto Moreno de más de cuarenta años recurre al trabajo previo con mucha frecuencia, se debe a circunstancias personales, y es verdad. Pero eso mismo debería prevenirnos contra las afirmaciones fáciles acerca de que hay una edad mejor que otra para ser un buen historiador. En realidad, todo depende del trabajo, la inteligencia y las circunstancias de cada quien.

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